El deber ser de las ideas, ofende.

Una idea nace y hay quienes como padres de un recién nacido quieren tomar control único sobre la misma.

La libertad de expresión trae como consecuencia la libertad de interpretación y la comunicación hoy en día es tanta y tan dispersa que no se puede permitir que las ideas sean condenadas a pena de muerte o cadena perpetua sin una correcta defensa ante las mismas.

La impunidad es común en nuestras vidas pero no es algo que se debe aplicar a nuestro estilo de vida, por eso una idea no debe de preocuparse por el deber ser sino por el espectáculo de existir de manera justa.

Hay que tomar por ellas el riesgo de ser diferentes, de redefinir paradigmas y empujar hasta el límite del lente por el cuál estamos acostumbrados a ver.

Será ahí cuando el camino no elegido se convierta en un gran viaje, cuando la inspiración se encuentre en otro tipo de fuentes, cuando el consumidor no sea engañado y la innovación esté presente dentro y fuera de la caja.